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Siempre he sentido una gran dificultad para calificar este libro. Además de que sólo soy malo para hacer reseñas. Y de hecho ha cambiado mucho mi percepción a lo largo del tiempo.
Antes de leer este libro yo confiaba en cierta manera en la izquierda. Pero sólo percibía a Estados Unidos como una fuerza maligna y nunca lograba articular porqué. Tal vez era mi idea de la ideología americana consumista la que me enfermaba, supongo que fue un periodo de mi vida donde veía todo desde el cristal del arte puro o algo así.
Cuando tuve este libro en las manos cambié de idea. Ahora notaba que quizás el capitalismo era un ente que había sido ensuciado por el mercado y que los americanos de aquella época (los que vivieron de primera mano la era dorada del capitalismo) eran personas que abogaban por el progreso y el trabajo honesto. Llegué a pensar que las cosas que ocurrían en el mundo era por que los “malos”, que estaban del otro lado del espectro, no aceptaban el cambio.
Después pasó el tiempo. Reconocí, que como dice mi novia, Rand se estaría retorciendo en su tumba
El libre mercado era un ente macabro que podría llevar a dos hombres al espacio en un capricho extraño y vivir de las armas. El libre mercado y la bolsa de valores tiran cantidades industriales de comida, necesitan imponer sueldos más “competitivos” para sobrevivir (¿y qué va a pasar cuando esos sueldos competitivos bajen tanto que no alcance para la canasta básica?), argumentos que parecían no tener respuesta por parte de los que ponen un pedestal a este extraño ente. Personajes que nunca parecían querer informarse, sólo sobresalir en un sistema en el que tienes que “lograrlo” a toda costa.
Resultó que ambas vertientes tenían una variante muy extraña: el humano. En ambos espectros el diablo hacía su obra y en ambos espectros las flores crecían tranquilas. Con el tiempo llegué a pensar que este sistema económico que tenemos era el que había ganado. Aunque hubiera ganado a costa de tantos días terribles y de tantas personas. Es decir, yo vivía en el capitalismo, irremediablemente.
Pero sentía que era imposible que fuera algo definitivo. Sólo el cambio lo era. Quizás aspectos tan sencillos como hacer gratuito el sector salud o hacer gratuita la educación podrían significar un cambio ideológico molecular (y más viendo los costos que pagan en ciertos países por estos servicios). Pareciera que ambos sistemas económicos eran capaces de mezclarse, cuando el poder económico e ideológico del lugar lo permitiera (o la presión de la gente lo hiciera realidad). Y el cambio o la adición de pequeños cambios con el tiempo me fueron pareciendo más y más urgentes.
Algunos años después aprendí que no puedo considerarme en ningún lado completo del espectro. En ambos lados hay trabajo que hacer y creer ciegamente en un sistema económico sería condenarlo con la ilusión de la perfección. Como dice la mayor en Ghost in the Shell: un sistema en el que todas sus partes funcionan igual está condenado a perecer.
Después de La Nausea (mi segunda novela del género) me pareció una novela filosófica más accesible que no cumplió su meta: enamorarme del capitalismo. Pero le agradezco algo: me hizo dudar de él y buscar entenderlo, como alguien que vive bajo su juego. Tal vez algún día comprenda y pueda hacer el menor daño posible con mis acciones.