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«... a veces se me vienen encima unos momentos de tanta congoja, de tanta... Y en esos momentos a veces llego a creer que ya nunca seré capaz de empezar a vivir una vida real, porque me parece que he perdido todo tacto, toda intuición para lo real, para lo auténtico, porque me he maldecido a mí mismo, y porque después de esas noches de fantasía se me vienen encima momentos de sobriedad ¡y son terribles! Oyes a tu alrededor a una multitud que truena y gira en el torbellino de la vida, oyes y ves que la gente vive, que vive de verdad, ves que su vida no está predeterminada, que su vida no se desvanece como un sueño, como una visión, que su vida está en constante renovación, que es eternamente joven y que ni una sola hora se parece a otra...».