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"Comprendimos desde hace mucho tiempo que ya no era posible subvertir al mundo, ni remodelarlo, ni detener su pobre huida hacia adelante. Sólo había una resistencia posible: no tomarlo en serio"
A quien le guste Kundera le será imposible no leer esta novela corta con un poco de nostalgia, en la que casi con certeza será su última obra.
Publicada a sus 84 años (desconozco si fue escrita antes), no puedo dejar de verla como auto-referencial. Su invitación a celebrar la insignificancia, como oposición a la solemnidad, tiene como trasfondo el cuestionamiento del sentido de la vida, que quizás el propio Kundera se encuentre analizando en el ocaso de su propia vida. Y para celebrar la insignificancia, claro, hace falta humor, que al autor no le falta.
Como siempre, en el camino Kundera deja grandes relfexiones y diálogos, como la división que traza entre la gente que pide disculpas y la que insulta al chocarse con otra; las reflexiones sobre el significado del ombligo como portador de sensualidad; y la back-story de Kalinin, quien da nombre a Kaliningrado.