"Sir Albert Cowley se repantigó en la butaca y contempló —filosófico— el panorama. Se sentía satisfecho. Era un hombre rico, tenía una esposa maravillosa, tres hijos que no le molestaban mucho y era, en Nueva Brunswick, una personalidad. La mayor parte de los bosques de Nueva Brunswick le pertenecían, y en cuanto a la capital, Fredericton (Canadá), poseía la industria maderera más importante, y parte de Saint John era suyo. ¿Por qué, pues, preocuparse?"
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