Me sentí dentro de una peli de acción pero con paisajes y un lenguaje mucho más cercanos y reconocibles, lo que hizo que me diera más ganas de seguir leyendo (y así la terminé de un tirón).
Poesía de rememorar las experiencias eróticas de la infancia, de la adolescencia. Poesía de una de las relaciones más complicadas, madre-hija. Poesía dedicada a la persona que era mi madre, antes de serlo. Poesía del mundo que habitamos, de nuestras contradicciones, de nuestros dolores.
No sé muy bien qué pensar. Todo el libro es estar en la cabeza de su protagonista constantemente, con lo agotador y espectacular que puede resultar de eso.
Un amor llega cuando no lo esperabas, se adueña de todos los instantes y se va sin avisar, arrasando con todo a su paso.
Un poemario que te lleva por esas tres etapas casi sin que te des cuenta. De descubrir el amor de nuevo a perderlo casi sin saber cómo ni por qué, con una pandemia en el medio.
Cada línea, cada frase, cada palabra emana pura poesía. Poesía del horror, de la violencia, de las situaciones más recónditas que atraviesan quienes quedan al margen de todo. Poesía también de la belleza que existe incluso donde no queremos mirar.
Una novela hermosa y atrapante que te deja con ganas de más pero que al mismo tiempo hace que te detengas a observar lo que te rodea. Un retrato del dolor y de la pérdida, de lo que pasa cuando todo se desmorona y buscás el retorno al origen, pero ese pasado es tan incierto como el presente del que estás escapando.
Un libro corto que devoré en un par de horas, como hacía mucho no me pasaba.
Fue un poco como leer a un domingo, con la lluvia y el frío casi como personajes, con la incertidumbre y la espera mezclados con una rutina implacable que, lenta pero segura, se acerca al siguiente paso.
Un libro que me costó terminar pero que por momentos no había forma de soltar.
Un retrato de la Argentina en los 90, con personajes tan arquetípicos como inusuales. Un veterano de Malvinas es contactado por un magnate millonario para tapar un asesinato. En el fondo, un sistema político lleno de corrupción, el sueño de recuperar las islas y muchas cosas más
Es un libro que arranca con toda, con una premisa que me pareció súper interesante: una piba se harta de su vida y decide inventarse otra. Pero se engancha con alguien y la mentira se hace difícil de sostener. Su historia hace agua por todos lados, lo mismo que la novela.
Al principio es súper prometedor, quién no se identifica con ese querer escaparse de la propia vida? Pero no se sistiene en el tiempo, el personaje no crece, no pasa de la superficie. Casi como si lxs lectorxs también fuéramos víctimas de ese engaño, de esa superficialidad, como si nos engañara también a nosotrxs.
Me gustó un montón, sobre todo la forma de narrar la vejez, sin romantizar pero sin ser condescendiente. Mostrar ese gusto por las cosas dulces, el acquagym semanal, el disfrutar de las amigas y el esfuerzo por relacionarse con la hija, el deseo, las fantasías con un viejo amor, un cuerpo que cambió pero que sigue dando placer.
Un libro que me angustió desde el principio hasta el final. No pude soltarlo, casi lo leí de un tirón en una sentada, a pesar de que cada vez se volvía más pesado y hasta difícil de comprender. No sé si entendí el hilo de la historia, o los hechos, o lo que estaba pasando, pero sí me transmitió un mundo de emociones, angustia, impotencia. Estar en la cabeza de alguien que está pasando un momento horrible y tampoco entiende qué, por qué, cómo.
Me gustaron mucho todos los cuentos, el hilo conductor de la situación de espera, temporaria. Lxs personajes están en camino, de vacaciones, a punto de llegar a algún otro lugar. Lo permanente está a la vuelta de la esquina, como consecuencia de lo que están atravesando lxs protagonistas en este momento.
El pueblo, las comunidades chicas donde todo y todxs se conocen y se saben es casi un personaje más. Lo transitorio, lo impredecible, lo fuera de lo común en un lugar donde todo parece dicho todo el tiempo.
Volver a releer todos esos correos, un año después, me trasladó otra vez a ese momento cuando todo era nuevo, recién empezaba, incertidumbre y extrañar personas por todos lados. Volver a leerlo y que todo haya cambiado tanto pero al mismo tiempo todo siga más o menos igual me dejó un sabor raro, agridulce, pero con ganas de ver todas las series que nunca empecé.
Me costó leerla, quizá por lo ajeno de las circunstancias, de los escenarios, de los lugares donde transcurre, pero la historia me terminó cautivando.
Una mujer que no llegó a conocer a su madre la busca en el relato de la propia vida. La identidad como pregunta resuena a lo largo de todo el libro.
Me gustó sobre todo el detalle de la foto que, capítulo a capítulo, se va revelando, como evidencia casi tangible del recorrido de la protagonista en busca de la recomposición de la propia historia.
Un trhiller increíble que no podés soltar. La historia de una mujer que no puede recordar su propia historia y depende de lo que le dice el resto para reconstruirla, pero es muy difícil saber en quién podés confiar.
Un libro pesado y lento, pero en absoluto aburrido, casi sensorial.
Parece que no lleva a ningún lado, pero los protagonistas tampoco se mueven demasiado, sobreviven, se las arreglan
Un recorrido por una dinámica familiar en torno al dolor, pero que a la vez no se traduce en el no poder, sino todo lo contrario. Aprovechar cada momento, cada viaje, optimizar, hacer rendir cada instante.
Desde que vi que salió tenía todas las ganas del mundo de leerlo, y no me decepcionó.
No lo leí más rápido porque quería saborearlo, hacer que dure, pero aún así el final llegó demasiado rápido.
Me copa mucho esa manera de contar lo cotidiano como si no lo fuera, sobre todo cuando esa cotidianeidad se aleja bastante a mis propias experiencias.
Como en los libros de Eduardo Halfon, un tema lleva al otro de una manera tan sutil que no te das cuenta, pero que, al llegar al otro lado, no podés enteder del todo cómo aterrizaste ahí. Las palabras te abrazan y te envuelven, y ya no importa dónde estás paradx ni cómo llegaste hasta ahí, sino de disfrutar de los espacios en el medio.
Un libro breve para hablar de la identidad, de la memoria, de todo lo que hay en el medio, los grises, la incertidumbre y los pedacitos de historia propia que a veces ni nosotrxs sabemos completar.
Un libro que empieza lento y cuando menos lo esperás agarra envión y termina en un par de escenas que no podés dejar de leer.
Un barrio privado de una ciudad de México es el escenario en el que se ponen en evidencia diferencias de clase, desigualdades, machismo, violencias multiples y en diferentes niveles. Un relato que por momentos se vuelve crudo y pesado, mientras que por otros las imágenes se suceden una detrás de la otra con una velocidad que casi te impide entenderlas del todo.
Me encantó la serie y cuando me enteré de que estaba basada en un libro, lo busqué.
La parte más técnica y detallada del ajedrez me aburrió un poco, no entiendo del tema, pero la manera en la que se retrata y describe la obsesión y la adicción me pareció excelente.
Lo arranqué desconfiada después de ver la tapa y leer la contratapa. Hace mucho que no salía de lecturas que no estaban tan conectadas con lo fantástico, no es mi estilo ni el que suelo comprar.
Pero una historia sobre vampiros es también la historia de las ciudades y de las personas que las transitan. La narración me atrapó desde el primer párrafo y lo leí en un finde, casi de una sentada.
En La sed vemos nacer a una Buenos Aires que quiere desprenderse de su pasado colonial, pero que cae bajo el peso de la fiebre amarilla que resuena casi como un reflejo de la pandemia de hoy.
La protagonista intenta pasar desapercibida alimentándose en una sociedad que va creciendo cada vez más. El caos de la muerte es un paraíso putrefacto en el que sabe moverse, pero los avances tecnológicos ponen en peligro su existencia oculta.
En el otro extremo de libro y de la historia, una mujer también se pasea entre los límites de la muerte. Su madre tiene una enfermedad terminal y ella atraviesa un duelo anticipado que la lleva a cuestionar la fragilidad de la existencia. Una llave y una bóveda en La Recoleta las van a unir de una manera que ni ellas entienden.
Un libro que desde el principio te transporta a otro lugar, un lugar que me resultó tan ajeno como el lenguaje en el que está escrito, pero a la vez extremadamente cautivador.
La lengua, la oralidad, las palabras son casi un personaje más, casi el narrador de una historia que al principio parece sencilla, relatos de una infancia rural. El lenguaje era música, era exótico, era algo que ponía una distancia enorme entre el texto y yo, lo que me permitía disfrutarlo. Pero en el avance del libro, la lengua se convirtió en una especie de escudo contra la incomodidad de las situaciones que se narran. Palabras que me resultan extrañas pero que cuentan escenas terribles, universales.
Me gustó un montón el formato, esa manera de reconstruir la propia historia a través de datos, de recuerdos, de frases que no llegan a ser anécdotas pero casi. Me pareció una hermosa manera de hablar de lo cotidiano, de todos los detalles pequeños que hacen a la propia historia.