A principios de la década de los años treinta surgió en Estados Unidos la corriente antiformalista del realismo jurídico, movimiento que construyó sus aportes a partir de una serie de críticas al formalismo que había surgido a ambos lados del Atlántico a finales del siglo XIX. Dentro de la corriente antiformalista, los realistas norteamericanos se erigieron como una nueva generación especialmente preocupada por la relación entre sociedad y derecho y por la forma como se construían las decisiones judiciales a partir de valoraciones de utilidad social y política pública. En este contexto se encargaron de desarrollar la intuición antiformalista frente a la indeterminación del derecho, según la cual resulta complejo predecir la decisión judicial a partir de normas jurídicas positivas, pues la labor de un juez también se encuentra determinada por consideraciones psicológicas o sociológicas que no son capturadas por las normas. La tesis fuerte de la indeterminación fue duramente resistida por otros antiformalistas estadounidenses que atacaron al realismo. Uno de estos ataques provino del prestigioso jurista y decano de la Escuela de Leyes de la Universidad de Harvard, Roscoe Pound. Este último, representante de la jurisprudencia sociológica, atacó el escepticismo de los realistas. Ello produjo una respuesta del representante más reputado del realismo jurídico, Karl Llewellyn, quien trató de resistir los ataques de Pound mostrando que los realistas de los años treinta eran herederos del antiformalismo de los viejos representantes de la jurisprudencia sociológica como lo era el propio Pound. No obstante la prudencia de Llewellyn, el debate marcó un quiebre general entre los "viejos" y los "nuevos" antiformalistas estadounidenses: los juristas sociológicos y los realistas.
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