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Dice Piglia en sus clases que la producción literaria de Borges luego de quedarse ciego ya no tiene el mismo nivel, básicamente debido al forzado cambio de método de la escritura al dictado. No me animaría a sostener que en El informe de Brodie hay una merma en su calidad literaria, pero sí se hace evidente un cambio de estilo. Hay un Borges mucho más oral, con un estilo más directo y diría hasta más llano. Curiosamente, en el prólogo dice que “cumplidos los setenta, creo haber encontrado mi voz”. Me parecieron cuentos mucho más narrativos donde se cuentan historias, abandonando recursos tan borgeanos como la falsa reseña literaria o la multiplicidad de notas al pie.
Es un libro donde el duelo, que siempre ocupó un espacio en la literatura de Borges, se hace con el rol principal. Hay un componente de violencia muy marcado que tiene su pico máximo en “El otro duelo” con una carrera de degollados; hay un duelo donde son las cosas las que riñen (el componente fantástico de “El encuentro” me pareció novedoso, con su sentencia de que “Las cosas duran más que la gente”); y hay también un duelo aristocrático en “El duelo”, que sin dudas retrotraerá el lector a “Los teólogos” de El Aleph.
Pero aparece también un Borges abordando temas históricos y políticos de la Argentina en forma más explícita que nunca, tal es el caso de “La señora mayor” y “Guayaquil”.
La intertextualidad entre “Hombre de la esquina rosada” (1927) e “Historia de Rosendo Juárez” (1970) es excepcional; “Juan Muraña” me llevó sin escalas a “La puerta condenada” de Cortázar. “El evangelio según Marcos” me pareció conceptualmente magnífico pero quizás fue excesivamente directo su planteamiento y resolución. El cierre con “El informe de Brodie” parece aludir a toda la barbarie desparramada en los cuentos previos.