Cuando acababa de clasificar de forma aproximada la critica literaria en tres variedades —la “espontanea” de “la gente decente” (que, segun Sainte-Beuve, se practica en Paris y “conversando”); la de los “profesionales” (de la critica, se entiende); y la de los “artistas”, es decir, en este caso, los escritores mismos—, Albert Thibaudet se apresuraba a incluir en la primera, al punto de identificarlas totalmente una con la otra, a la “critica de los diarios”, esa “forma de la critica espontanea que hoy ha casi absorbido a todas las otras”. De un solo golpe, la segunda categoria, la de los criticos “profesionales”, resultaba reducida a una sola profesion, la de los profesores, de tal suerte que la clasificacion venia asi a distribuir la critica entre escritores, profesores y periodistas, estos ultimos en adelante simples amateurs aparentemente, pero tal vez habria que decir amateurs profesionales o profesionales del amateurismo.
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