El doble. Dos versiones
El doble. Dos versiones
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Cuando un personaje es capaz de producirnos exasperación e incomodidad, estamos sin dudas ante una gran obra. La inseguridad, la paranoia y la indecisión permanente que aquejan al Señor Goliadkin, excelentemente retratadas por Dostoyevski, se tornan palpables para el lector.
El hecho de que la historia sea contada desde la perspectiva de este enfermizo protagonista hace caer un manto de dudas acerca de su veracidad objetiva. No se nos narra la “realidad”, sino una realidad subjetiva. Si nos atenemos a la literalidad de lo narrado, estamos frente a una historia de un doppelganger maligno, que llega a la vida del protagonista para hacerle la vida imposible y empujarlo a la locura.
Sin embargo, la narración está plagada de situaciones que nos invitan a dudar. En ese sentido, me recordó a la película El Aura, de Bielinsky. El doble del Sr. Goliadkin es, casualmente, su opuesto: extrovertido, seguro de sí mismo, encantador e inmediatamente aceptado por la sociedad. Su maldad, en principio solapada, luego se hace evidente incluso a ojos de terceros, que parecen ser cómplices de un plan colectivo contra el inocente protagonista.
La pregunta comienza a gestarse y para el final de la obra, queda instalada ¿Y si el aparente doppelganger es en realidad fruto de la imaginación esquizofrénica del Sr. Goliadkin? No hallaremos la respuesta, pero en su formulación misma está el talento.
Una excelente obra.