Crónica de un pueblo patagónico
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Es lo primero que leo de Guerriero. Llegaba con altas expectativas y me llevo un sabor agridulce de esta lectura.
El abordaje de Guerriero no es policial y esto es importante destacarlo, porque no deben ser pocos los lectores que acuden al libro pensando en que la autora se abocará a la resolución de un misterio irresuelto, concluyendo con una inédita verdad revelada. En efecto, Guerriero intenta resaltar de principio a fin los motivos sociales, culturales y políticos que generaron el caldo de cultivo ideal para estos suicidios. De esta forma, por momentos parece como si se conformara con sólo rascar la superficie de cada uno de los casos individuales: una entrevista con algún familiar, un recorte periodístico y ya. No hay una investigación exhaustiva, no hay teorías falseadas o confirmadas, ni se soslayan verdades ocultas.
De manera que un libro que parece tratarse de una serie de suicidios termina utilizándolos principalmente como disparador de lo que, con el correr de las páginas, se impone como el verdadero objeto de la crónica: el pequeño pueblo petrolero de Las Heras, hundido en el interior del interior. Y esa tarea Guerriero la hace muy bien. Se palpa el aislamiento (simbólico y práctico, a todo nivel) de este pueblo que nadie siente propio pero en el que todos viven su vida y se logra así una acabada percepción de lo que significa ser un joven de Las Heras.
A fin de cuentas, me dejó una sensación de sobrevuelo, me pareció que cada historia daba para más. A la vez, la caracterización de Las Heras es buena e interesante de por sí.